“¿Qué es ser un buen
maestro?” es una pregunta cuya respuesta no es nada fácil. Existen muchos
documentos en los que se afirma que el buen maestro simplemente ha de ser capaz
de enseñar a sus alumnos, pero ¿cómo debería enseñar un buen maestro? ¿cuáles
son las características que debe tener?
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Imagen tomada de Verdad y Luz Hoy |
Un buen maestro
tiene que tener como finalidad la de enseñar y para ello tiene que ser una
persona comprometida. Ha de comprometerse consigo mismo y con el propio
desarrollo personal, es decir, nunca debe dejar de investigar sobre su
profesión, de seguir formándose. También tiene que tener un fuerte compromiso
con los conocimientos, este compromiso no es solo con los conocimientos de la
disciplina, sino que tienen que existir conocimientos sobre cómo enseñar esas
disciplinas creando ambientes eficaces de aprendizaje.
Por otro lado, es
importante el compromiso con los estudiantes y con el resto de los profesores,
además del compromiso social. El compromiso con los estudiantes tiene que
basarse en la capacidad de ponerte a disposición del alumno, de diálogo, de
afecto, de empatizar con él; es decir, ha de haber sensibilidad. El compromiso
con los otros profesores debe ser tan grande que les permita trabajar en equipo
y crear proyectos destinados a guiar a los alumnos para que aprendan. Y para
que estos dos compromisos funcionen, el profesor debe estar comprometido
socialmente teniendo una mente abierta y gran sensibilidad por los problemas
que hay en el mundo.
Además de estos compromisos, el buen maestro
debe ser apasionado. La pasión es esencial para una buena enseñanza ya que
genera energía, convicción y el compromiso del que ya hemos hablado. Un buen
maestro ha de llevar su entusiasmo a la práctica de una manera inteligente y
orientada por unos valores. Este entusiasmo está estrechamente relacionado con
la pasión al igual que la preocupación, el compromiso y la esperanza que
formarán parte de una enseñanza eficaz.
La pasión es
contagiosa. Un maestro apasionado contagiará a su alumno la pasión haciendo que
el alumno se apasione por aprender y viceversa, un alumno al que le apasione
aprender le contagiará su pasión al profesor y se establecerá así una relación
de enseñanza-aprendizaje exitosa.
Un maestro
apasionado y comprometido será capaz de educar al alumno en emociones a través
de un clima positivo, creará empatía, respeto y sabrá sacar de cada alumno su
mejor faceta. El maestro tendrá que saber escuchar lo que al alumno le gusta y
le apasiona, aunque este no lo exprese con palabras y a partir de ahí lo guiará
para que aprenda con motivación y haciendo lo que más le gusta. Un claro
ejemplo de que esto funciona nos lo da César Bona cuando nos cuenta una
experiencia que tuvo con uno de sus alumnos que repitió curso; César habló con
él y averiguó qué era lo que más le gustaba (escribir cuentos) y consiguió que
este niño aprendiera mediante la transformación del temario que tenía que
aprender en cuentos. El profesor consiguió motivar al alumno porque este hacía
algo que le gustaba.
Es importante,
además, conectar las clases pero olvidando lo que el alumno hizo mal el día
anterior porque si no se crearán etiquetas sin quererlo. Relacionar todos los
contenidos de manera que el alumno pueda encontrarle sentido a ir a la escuela
y tenga ganas de aprender, escuchar las propuestas de los alumnos y de otros
profesores, relacionar la educación con la familia y el entorno en el que el
niño se mueve son aspectos esenciales.
Para ser un buen
maestro hay que establecer lazos con el entorno, hay que unir todos los
elementos que forman la educación de manera en que la coordinación, la
motivación, la empatía, el respeto, la investigación, la ilusión y las ganas de
enseñar y aprender sean realidades en
las aulas. Así conseguiremos alumnos y profesores felices, apasionados y
exitosos.
María Romera. PAE Grupo 7. 2015/16
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